Como
en los grandes circos, este año, en el centenario del natalicio del gran
escritor, la “oficialidad cultural” de la Isla ha dado el disparo que avisa a
los contendientes que la lid ha comenzado. El Régimen ha levantado los
vestigios de censura que aún quedaban sobre el afamado intelectual, al que en
vida lo hicieran sufrir hasta convertirlo en una sombra taciturna que
atravesaba el cielo de la ciudad. Han publicado sus obras, junto a decenas de
comentarios que llenan libros sin que sus miedos y censores afloren. Aquello
que lo hizo padecer, y aquellos que lo persiguieron, jamás aparecen ni en las
acotaciones.
La
pregunta que todos nos hacemos es cuánto dejó de escribir Virgilio por
considerar que no valdría la pena, o que le traería castigos posteriores. De
cuántos maravillosos absurdos se privó la Literatura por culpa de los gendarmes
de la cultura oficial cubana. En muchas
ocasiones dejó patente su miedo. Un miedo que, como un cáncer, se adueñó de su
cuerpo maltrecho. Y esos que le dieron las espaldas, que huyeron de su saludo
por considerarlo perjudicial para su aceptación oficialista, ahora llenan
cuartillas de halagos, ahora nadie le evadió, nadie es capaz de aceptarse como
un miserable, que las circunstancias los obligaron a ser tan cobardes. Como en
una obra de teatro, se intenta bajar y subir el telón y comenzar de nuevo,
crear y recrear sus invenciones, y cobrar la cuota positiva que regalan por
estos días. Así sucederá con todos aquellos que en su momento fueron ahogados,
alejados, echados del mundo intelectual, como Cabrera Infante, Reinaldo Arenas,
Carlos Montenegro, Guillermo Rosales, Lidia Cabrera, Enrique Labrador Ruiz,
Lino Novas Calvo, Carlos Victoria, entre tantos otros imprescindibles
escritores cubanos.
Edulcorando la historia
Como
me dijera uno de sus mejores biógrafos “ahora todos quieren ser sus amigos”,
emborronan cuartillas con el ánimo de colarse en la mejor parte de la historia
cultural y, de paso, cobrar el dinerillo, y si fuera posible, acompañar su
memoria en algún festín cultural en el extranjero. Y, por supuesto, continuar
callando la realidad que lo acompañó todos los años del período revolucionario:
su peor calvario.
La
dictadura cubana, apoyada por los intelectuales que aceptan la comparsa de lo
que les proponen -siempre y cuando les arrime algún beneficio- intenta borrar
su mano censora, su brazo agitando el látigo sobre el endeble cuerpo y el alma
indefensa de Virgilio. Es como si el pasado hubiera sido realizado por otros,
como si estos apologistas no tuvieran parte y culpa de todo el sufrimiento del
poeta.
En
repetidas ocasiones Piñera aceptó tener “miedo”, un desasosiego que se resentía
en su espíritu y en su obra, y que donde quiera que esté, aún clama por ser
reivindicado, que se haga justicia a tanta tristeza que le causaron.
Ángel
Santiesteban-Prats
1 comentario:
Por historias asi a veces creo lo q escribio mario puzo: esta vida es muy corta para el perdon.
Gracias Angelito
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