Siempre
me ha sorprendido cómo los intelectuales cubanos, particularmente la generación
que vivió los años setenta, que luego adornaron con el nombre de “quinquenio
gris”, tienen esa mala memoria pública, y que por lo general, en círculos de
confianza, expresan el dolor que aún guardan por los abusos cometidos contra
ellos de parte de los funcionarios que respondían a Fidel Castro y su cúpula
militar e ideológica.
Pasaron
varias décadas sin exorcizar esos demonios que los marcaron de por vida,
algunos por traidores al escribir una literatura “contrarrevolucionaria”,
otros, por débiles al ser clasificados de homosexuales, también por “diversionismo
ideológico”, religiosos, por tener el pelo largo, usar los pantalones estrechos
o por escuchar a Los Beatles, Nelson Ned, Cheo Feliciano, Julio Iglesias,
Roberto Carlos. Fueron tantas las censuras y demencias que la narrativa de
Kafka comenzó a ser realista.
Crearon
las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), campos de concentración
al estilo de la Rusia de Stalin. Por los muertos de esa etapa que no
resistieron la tortura aún no se han levantado las voces de justicia, y aún sus
almas esperan, impacientes, que un día sus nombres sean recuperados y devueltos
impolutos a sus familias, y que sus verdugos paguen la injusticia cometida, al
igual que los que idearon el castigo.
Muchos
de esos intelectuales que hasta hoy callan, fueron testigos de los atropellos,
otros lo supieron por amigos y conocidos, todos en fin son cómplices
silenciosos de la maldad y el crimen. Una generación que en su mayoría ha
preferido fingir que olvidaron y continúan repitiendo hasta la saciedad el lema
obligado de “soy revolucionario”, “apoyo la revolución”, “soy fidelista”, y
mantiene esa imagen por el terror de volver a sufrir lo que una vez tuvieron
que soportar.
El
regreso de los verdugos
Cuando
la afamada “guerra de los e-mails”, más bien yo diría: guerrita controlada; cuando
aquellos personajes funestos: las marionetas visibles del fascismo socialista
cubano, coincidentemente comenzaron a reaparecer en los medios públicos
–dijeron los funcionarios de turno que no fue ex profeso-. Pero este es un país
donde hace más de medio siglo no sucede nada por casualidad, donde todo es controlado
por Fidel Castro, como la gran finca en que convirtió a Cuba: Birania, en honor
al nombre de la finca de su padre y lugar de su nacimiento, que, por demás,
como culto a su personalidad, desde hace muchos años fue transformada en museo.
Y, recordando a su padre que daba las órdenes exhaustivas, donde nadie se
atrevía a tomar una decisión, como ahora su hermano Raúl Castro no da un paso
sin antes haberlo consultado con el “máximo líder”.
Lo
cierto es que un joven escritor dio la alarma vía correo electrónico y, por primera
vez, se fueron contagiando los ánimos de rechazo. Con rapidez, el Estado,
comprobando la caldeada situación intelectual, reunió, en la Unión de
Escritores y Artista de Cuba (UNEAC), a la cúpula de esa generación avasallada
y aún muy disciplinada. Allí les prometieron que esos defenestrados
funcionarios no volverían a la palestra cultural, que todo había ocurrido por
“casualidad” y desafueros de la oficialista censura mediática. Para los
intelectuales convocados era suficiente que los tuvieran en cuenta y garantizaran
que sus verdugos no serían “reactivados”. Con palabras bonitas, Fidel Castro y
el Comité Central del Partido, con exactitud el Departamento Ideológico del
Partido, no tuvo otra salida que, para detener el tsunami había que hacer una
declaración oficial, como muro de contención, que sería publicada en
el órgano oficial del Partido, el periódico Granma. ¡Y cuál no sería la
sorpresa para esos intelectuales, que la versión final redactada por todos en
la UNEAC no correspondía a la misma que saliera publicada! Algunos detalles,
palabras, comas, fueron desplazadas, borradas o sustituidas. Pero esa
generación, que aprendió muy bien a callar y hablar bajito por los pasillos, permitió
que ese acontecimiento, también, pasara desapercibido.
Otro
detalle inadvertido es que a esa afamada reunión en la UNEAC, estuvo convocado
el Presidente de los Estudios de Televisión Cubana, un oficial del ejército
“retirado” y que, vestido de civil, continuó bajo las órdenes de los militares,
un amanuense de los caprichos del Régimen, y que no se presentó pues sabía
que le harían aceptar las culpas de aquellas misteriosas apariciones de impíos en
“su” televisión. En su lugar envió a otro funcionario menor que tomó notas de
lo acontecido, en la que los intelectuales exigían una retractación, una
disculpa oficial por parte del Presidente de la Televisión que fuera publicada en
los medios de difusión nacional.
Promesas
que se llevó el viento
Semanas
después, cuando los intelectuales presentes en aquella reunión comenzaron a indagar
por el arrepentimiento público, les dijeron que había sido una promesa del
mencionado Presidente de la Televisión y que en su momento sería dada a
conocer la que, por supuesto, tampoco llegó. También esta vez esos intelectuales
volvieron a silenciar sus voces ante la palabra empeñada con ellos. Claro, no
comprendieron, o no quisieron comprender que habían sido manipulados en los
propios derechos de sus espacios, de su obra y su historia plagada de lágrimas;
ellos fueron el muro de contención.
Entre
tanto los mensajes por correo continuaron, y algunos comenzaron a narrar los pasajes de aquellos acontecimientos. No bastaba con la nota en el
periódico, había que permitir otras concesiones, dejar que sus viejas heridas
destilaran la sangre contenida. Y a puertas cerradas, por invitación personal
al cuartel de la Casa de las Américas, se accedió a que expiaran sus
sufrimientos (luego, para alejarlo del medio social, lo llevaron a al Instituto
Superior de Arte (ISA), y ahí, como niñitas, vertieron las lágrimas aplazadas.
Siempre estuve a la espera de que alguno de los lastimados señalara al
verdadero culpable, que todos sabíamos que era Fidel Castro, el autor
intelectual de nuestros sufrimientos nacionales. Pero, unánimemente, todos
prefirieron callar, nadie mencionó el nombre de la Bestia de Birán, para ellos
ya era suficiente dejar que expulsaran, como volcanes, todo lo que habían
sufrido para que, satisfechos, volvieran a callarse sus secretos y dejaran de
ser noticia.
Mencionar
al verdadero culpable del terror
En
un intercambio por correo electrónico con el escritor Amir Valle, le dije que
los artistas se habían despachados con aquellos funcionarios que no eran más
que títeres, pero que nadie mencionaba el nombre del verdadero causante del
Mal: Fidel Castro. Me dio sorpresa ver un file con todos los correos reunidos,
de una y de otra orilla, y que el mío no se tomara en cuenta. Luego me dijeron
varios escritores que estuvieron en aquella reunión de la UNEAC, que no había
sido muy “inteligente” mencionar al comandante, que había que tener cordura. En
otras palabras: se podía jugar con la cadena, pero jamás con el mono. Eso bastó
para corroborar lo que ya tenía por seguro: el miedo en esa generación había
sido sembrado tan profundamente, que las raíces apenas llegaban a la
superficie, por lo tanto, los nombres de aquellas víctimas de la UMAP, los
parametrados, los excluidos, los fusilados (ya nadie se acuerda del atroz
fusilamiento del narrador Nelson Rodríguez Leyva, autor del maravilloso libro
de cuentos: “El regalo”, publicado en 1964 con la ayuda precisamente de Virgilio),
los censurados, angustiados, torturados, como el propio Piñera, Lezama
Lima, Rodríguez Feo, Reinaldo Arenas, Heberto Padilla, entre tantos, tendrían
que continuar esperando, para que sus coterráneos, compatriotas, amigos y
colegas, saldaran la deuda, y señalaran al verdadero culpable de sus desgracias
personales, y, por ende, de la cultura nacional; el culpable de aquellas obras
literarias y artísticas que el Régimen de terror implantado había truncado por
el miedo de sus autores, y la necesidad de sobrevivir, a toda costa, una
dictadura militar y comunista que arremete su Poder absoluto contra todo
vestigio de creación libre.
Ángel
Santiesteban-Prats
4 comentarios:
Hola Angel, me alegra ver que los tienes bien puestos y no te dan miedo las consecuencias que tus palabras te pueden traer. Ya saldra la maquinaria a revolcar tus logros en el fango con el cuento de que eres mercenarioo que te han manipulado. Aplaudo la valentia que tienes y que muchos de nosotros nunca tuvimos. Cuando la mayoria de los intelectuales pierda el miedo y comience a llamar las cosas por su nombre, el pueblo les seguira y el regimen finalmente llegara a su fin.
Como disse Lord Acton “O poder corrompe; o poder absoluto corrompe absolutamente”.
te apoyo en lo que predicas,
las generaciones anterior a la de Angel, se enquisto,, le lavaron demasiado el cerebro, les sembraron el miedo,,, solo vimos la opcion de irnos.. parece que por suerte para Cuba,, la generacion de hoy no tiene tanto miedo como tuvimos nosotros,, o sera que nos sentimos tan culpables de, una vez, habernos creido el cuento chino de Fidel ??
Angel eres de los buenos, sabes lo que te espera,, eres bien inteligente y no desconoces la realidad cubana..
no se si necesitas mas coraje del que ya tienes
mi admiracion a ti y a todos los que como tu se enfrentan a diario a los malditos depredadores de Cuba
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