Imagen: Reporteros Sin Fronteras
Así hizo Orlando Zapata, se entregó con la única arma que poseía. Luego Guillermo Fariñas llegó al borde del abismo, de donde se supone que no hay regreso, pero su voluntad espiritual lo cargó y lo trajo de vuelta; además, la lucha no acababa, sólo era un capítulo a cerrar. Tanto Zapata como Fariñas son ejemplos a seguir.
Los blogueros cubanos hemos soportado intimidaciones, arrestos y pateaduras. Y aún nos parece poco si lo comparábamos con el placer infinito de comunicar, llevar la opinión de los que prefieren el silencio por el miedo a la represalia.
Los agentes de la policía política comprendieron que son burdos. Aunque continúen practicando la agresión física, ahora hilan fino. Han echado a andar la maquinaria de sus medios de comunicación y de contrainteligencia. Primero fue Yoani Sánchez, después la bloguera Diana Virgen García.
Exactamente alrededor de los festejos del 26 de julio de 2009, la fiesta más importante del régimen, fui apresado. Mi ex esposa, después de cuatro años de separación y de mantener una relación amorosa con un mayor de la policía llamado Pablo, Superior de los Jefes de Sectores del municipio Plaza, acudió a la estación de policía de Zapata y C, y me acusó de violación. Por suerte, en ese momento yo estaba distante del lugar que escogió para el falso hecho; me encontraba con amigos que servirían de testigos y en presencia de mi actual pareja.
El oficial que instruyó el caso me hizo saber que mi ex padecía trastornos psíquicos, incluso con tratamiento y un posible ingreso en un hospital psiquiátrico. Me dijo que luego de hacer la denuncia, él le explicó que tendría que llevarla a Medicina Legal para corroborar que realmente había sido violada, era la única forma de presentar ante un juicio tal atrocidad. Ella se negó. Entonces enseñó un documento médico donde se le diagnosticaba una lesión en el oído, y una foto de unas marcas detrás del mismo, como arañazos. El oficial le hizo saber que para que el documento tuviera validez, ella tenía que volver al médico con un policía que le asignaría él. También se negó a acudir. Con respecto a la foto, le insistió el oficial, sólo sería válida si era recogida por los especialistas policiales, pero como no eran visibles las marcas, no tenía sentido que se personaran los peritos.
Entonces mi ex dejó sin efecto las anteriores denuncias y dijo que me acusaba de haberle robado unas joyas familiares. El oficial comenzó a preguntarle las características de las prendas para luego corroborar con su familia y amistades, que avalaran que realmente las poseía, y compararlas con alguna foto donde se mostraran. Se volvió a negar.
Pidió entonces, como un juego de niños, que le tomaran otra declaración, el robo por mi parte de dinero en varias monedas, CUC, dólares y euros, cuya suma total apenas sobrepasaba los 100 dólares.
Al oficial que me atendió pude demostrarle con varios testigos dónde me encontraba en el horario declarado por mi ex, mientras que ella no podía presentar ningún testigo o prueba que me inculpara.
El oficial dijo que me retirara sin imponerme ninguna medida cautelar. Un mes después, pasé a unos sesenta metros de mi ex. Al siguiente día supe que intentó hacerme una acusación de asedio, pero no le aceptaron la denuncia.
Quince días más tarde, en el lugar donde mi ex residía, por la madrugada, ocurre un corte circuito en unos cables cerca de un arbusto de hojas secas, y se desata un incendio. Los bomberos demoraron más de una hora en llegar. Los vecinos les habían advertido de el corte eléctrico y que podría ocurrir un accidente. Mi ex no se encontraba en la vivienda, pero al día siguiente, cuando se personó, fue a la unidad policial y me acusó de intento de homicidio.
Sin embargo, varios vigilantes de empresas vecinas al domicilio no vieron a nadie cercano al lugar, que de hecho, posee una cerca de tres metros de altura y dos rejas con candado que los bomberos tuvieron que picar.
Veinticuatro horas después fui citado por la policía, y demostré con testigos dónde me hallaba en ese horario a la hora del incendio. Y accedieron a que me retirara. Luego, me citó una oficial de rango superior e insistió en que había que imponerme una fianza de 1500 pesos. Evidentemente, no era casual que días antes me hubiera llegado la invitación al Festival de la Palabra en Puerto Rico, firmada por la escritora Mayra Santos-Febres. Con la imposición de la fianza se evitaba mi salida del país y la posibilidad de comunicarme con los medios internacionales.
Días después me cambiaron el agente instructor. El nuevo se dio a conocer como capitán Amauri, y en breve tiempo instruyó todas las causas fantasmas, por las que la fiscalía solicitó más de cincuenta años de prisión.
Había un supuesto testigo, no sé si de alguna denuncia en particular o de todas, pero lo cierto es que el día que nos pusieron a careo, éste gritó que no lo obligaran a declarar contra mi persona, que él no me conocía.
A la salida de la estación policial, el supuesto testigo se personó en mi casa y delante de mis vecinos explicó lo que ocurría realmente. Grabé en video la confesión.
Luego, el pasado 25 de julio fui citado a la unidad porque el supuesto testigo, el único al que podían manipular, había hecho una denuncia de amenaza contra mí: "coacción" para que no declarara en mi contra. Me mantuvieron detenido 18 horas, sin agua ni alimento. Sólo cuando acabo el discurso del presidente del Gobierno por el festejo del asalto al cuartel Moncada, me soltaron sin que apareciera la supuesta víctima.
Llegué a casa y copié cien CD de la confesión del "testigo", y la entregué a la policía y a cuanto medio de divulgación existe en este país, aunque no funcionen. Y como el gesto que acalla la orquesta, se hizo silencio.
En la actualidad las autoridades no saben qué hacer con mi persona. Tienen un juicio totalmente manipulado, donde el tribunal rechazó mis testigos. Saben que poseo el video donde el testigo precisa la manipulación, promesas y presiones contra su persona para obligarlo a declarar en mi contra.
Así las cosas. Recuerdo un académico amigo, enamorado de la literatura cubana, que me preguntó, días antes de comenzar a publicar en el blog, que si estaba preparado para enfrentar la maquinaria devastadora del sistema. Quedé un rato callado, pensé en la necesidad inaplazable de comunicar mi entorno y problemática social, le respondí que no era ingenuo, que sabía hasta dónde podían llegar, y recordé a Martí y a Lorca.
Debo reconocer que jamás pensé que la policía política cubana fuera tan retorcida. No imaginé verme envuelto en tales descréditos. De todas formas, siempre es un paso más a la libertad. La desesperación del sistema es un síntoma de cansancio.