El pintor Alexis Leyva
(Kcho), ha declarado ante una sesión del “Parlamento de la Asamblea del Poder
Popular”, de la cual forma parte como “diputado”, que “los artistas deberían
trabajar gratuita y voluntariamente para el pueblo sin recibir ningún beneficio
tributario”, y que, en general, el Estado debería cobrarle el 100 % de
impuestos a los ciudadanos laboralmente activos, incluyendo incluso a aquellos
que no trabajan, puesto que, según él, como aseguró el pasado febrero, donde
llegó a considerar en una reunión con artistas intelectuales, que “todo lo que
somos los cubanos emana de la obra de Fidel Castro”. Esto podría entenderse, en
su particular caso, sabiendo que Kcho, en su edad escolar -la que abandonara a
temprana edad- proviene de una Escuela de Educación Especial de Gerona,
dedicada a la enseñanza de niños con dificultad en el aprendizaje. Aún
recordamos aquel documental sobre su obra, al cual hubo que ponerle subtítulos
para que se entendiera lo que el “artista” decía, el que ahora, gracias al
oficio de logopedas, puede ser comprendido, al menos en la intención.
¿Cómo es posible que un
artista pueda pedir a sus coterráneos y colegas que trabajen para un sistema
que los explota? Por supuesto, de la forma que él lo plantea se puede entender.
Cada vez que se le ocurre reunir la “Brigada Artística Marta Machado” (su madre
fallecida, que no tiene mayor mérito que ser su progenitora, haber logrado
sacar del hijo el talento de su creación, alumbrándole el camino), de “ayuda”
al pueblo, la que solo sirve para su promoción personal y el saqueo de las
arcas Municipales y Provinciales de las que extrae sus fondos con total muestra
de frialdad y latrocinio.
Hace unos años fui
invitado por la “Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)”, a
visitar el campamento del señor Kcho en Candelaria, Pinar del Río, el cual
había creado para apoyar “artísticamente” a los pobladores después de ser
abatidos por un ciclón que los dejara sin casas y en una lamentable miseria,
casi sin alimentación.
Luego de pasar por allí,
de escuchar los testimonios de los vecinos del lugar, comprendí que lo que le
causaba un verdadero estrago a aquel lugar era la permanencia de aquellos
voraces brigadistas, quienes en medio de la penuria que sufría la población,
exigían ensaladas frescas, frutas, postres, vinos y otros suculentos
refrigerios. Lo que más vergüenza ajena me causó fue saber que los gastos no
eran sufragados por el bolsillo del artista, sino por el Estado,
particularmente era una orden de Fidel Castro. Por lo que toda la propaganda
televisiva relacionada con este hecho, no era más que para dar una falsa imagen
política.
Pero el gran horror
vivido era que allí, bajo aquellas carpas, se organizaban las orgías más
escandalosas. Kcho y los pintores que le hacían la comparsa elegían, por sus
bellezas físicas, a las muchachas que los acompañaban; y las sacaban de las
escuelas de arte o de sus casas bajo promesa de salvarlas de la carencia y el
hambre que sufrían, con la anuencia de los padres, el apoyo de la escuela y el
séquito político del territorio, quienes se prestaban a la satisfacción de los
morbos sexuales de Kcho y su comitiva. Las que eran señoritas lo dejaban de ser
la primera noche, y muchas terminaban recurriendo a legrados para deshacerse de
los embarazos. Por supuesto, los puercos asados en púa eran diarios, o al menos
los días que Kcho hacía acto de presencia, porque muy pocas veces se sacrificó
durmiendo bajo aquellas carpas. Justificaba sus viajes a la Habana con el
cuento de ir a buscar aprovisionamiento, para huirle al trabajo y a la miseria
del entorno que dejó la catástrofe natural, y dormir plácidamente en aire acondicionado,
en la casa que le diera su “Comandante” Fidel Castro en “El laguito”.
Muchos pintores que
siguieron su llamado, otros vividores que sabían del carnaval y el provecho que
podrían sacarle, se mostraban disgustados porque sentían que Kcho los había lanzado
en aquella aventura de reparar casas, pero en las cual él no participaba, salvo
en las jornadas nocturnas de libertinaje, sexo y borracheras.
En la Isla de la
Juventud fue peor, allí atracó el fondo del presupuesto de cultura, al extremo
de que no había dinero para hacer los pagos a los artistas. Se acercaba el fin
de año y hacía dos meses que no les pagaban. ¿Será a esa manera de trabajar
gratis a que se refiere Kcho, para que él pueda aprovecharse en lujos y juergas
con sus amigos? Con el dinero de cultura compró televisores y equipos de
refrigeración que luego, cuando dio por terminada su presencia con la brigada,
se los regaló a sus familiares. Los moradores observaban cómo sus tíos y primos
iban a buscar aquellos equipos. ¿Acaso eso no es robo? Y nada de eso fue
oculto, es tan ignorante que lo hizo ante los ojos de todos los que, por lo
general, prefieren callar para no perder sus puestos de trabajo, la única
subsistencia para sus familias.
Su depredación llegó a
un nivel tal que muchos de los artistas pineros pensaron en hacer huelga si no
le pagaban a fin de año. Lo cierto es que hubo que llamar al “Ministro de
Cultura” para que resolviera el asunto, el que tuvo que dar la orden de
transferencia bancaria para socorrer a los artistas y apaciguar los ánimos
caldeados.
Ese mismo funcionario,
fanático del dominó, una vez invitó a Kcho a jugar una partida, y éste le
respondió que no, porque no soportaba perder. Entonces de cuál trabajo gratuito
se estaría hablando si reconoce que no sabe perder. Por supuesto, no se refiere
a él, que recibe miles de dólares por su obra, y por lo cual lo felicitamos, no
así por pedirle a sus compatriotas que sean esclavos, lo cual va en contra de
la esencia del artista. Con toda seguridad Kcho no leyó a Martí, por lo que no
sabe que el Maestro escribió que el Socialismo es la fase superior de la
esclavitud.
En uno de mis libros
publicados, precisamente Los hijos que
nadie quiso, el diseñador escogió una foto de una instalación que Kcho hizo
con varias balsas y cámaras de autos, precisamente porque expresaba el dolor de
la juventud cubana que se veía obligada a emigrar, y en la cual él supo
consumar los sueños de varias generaciones que echaban su suerte a la mar en
aras de alcanzar un futuro mejor, y que otra gran parte de esa misma juventud
no pudiera lograrlo, por lo cual sus vidas y sueños quedaban truncados, obras
cuyos títulos hablan por sí solos: El
camino de la nostalgia, La columna
infinita, Para olvidar, En el mar no hay nada escrito, La jungla, Los hijos de Guillermo Tell, Retrasando
lo inevitable.
Hasta que Kcho fue
aupado por el poder, su obra era un reflejo de su generación, luego ha sido
muchas cosas, pero sinceramente y sin rencor, hay que reconocer que su talento
se ha esfumado, y que desde hace varios años es una repetición de lo mismo: el
bote y la palmita. Por cierto, allá en Gerona, su ciudad natal, los amigos,
vecinos y conocidos, siempre estaban prestos a esa manía que tienen muchos
pintores de dibujar en cuanto papel ven delante, y a veces en las servilletas
Kcho hacía algún esbozo, de lo que luego sería un cuadro. Entonces regalaba a
sus amigos aquellos bocetos advirtiéndoles que no podían venderlos. Algunos,
cuando se veían apretados económicamente hablando, lograban recibir algunos
billetes por parte de los turistas, y cuando Kcho se enteraba arremetía contra
ellos y les retiraba la amistad. En su poco entendimiento era como si no
comprendiera la necesidad de los que lo rodeaban, ni que con su venta podían
subsistir en la miseria diaria, y cuándo mejor se puede medir a un amigo que
cuando su arte puede proporcionarle alimento y bienestar a los que comparten su
amistad.
Resumiendo el asunto,
además de saber que el ser humano Alexis Leyva no es de muchas luces, el dinero
que recauda por sus obras, lo cual aplaudimos, y el bienestar que le extrae al
gobierno, lo que criticamos, y que logra a través de sus halagos inconexos e
ininteligibles con su fanática adoración a Fidel Castro, lo ha convertido en un
hijo predilecto de la dictadura, y lo ha llevado a un nivel de desconexión de
la realidad cubana que, como un autómata, solo expresa palabras fatales,
deslices ante la historia que lo recogerá como el oportunista que es.
Como muchos artistas,
sólo les interesa vivir el momento, no es su culpa no tener capacidad para
asimilar con un ápice de conocimiento la historia, y que no sepa que en el
futuro, cuando le expongan delante de sus ojos todos los horrores que cometió
su defendido Fidel Castro y sus secuaces, entonces lo escucharemos decir que
desconocía, que nunca pudo imaginarlo, y, como ahora, solo tendremos una mirada
de lástima para su corpachón que engorda cada día más en las mesas de Palacio,
y el Consejo de Estado. Esa es su paga: los gigantes camarones, las inmensas
langostas, y el brazo del dictador que se posa sobre sus hombros.
Ángel
Santiesteban-Prats.
2 comentarios:
que bueno eres Angel!!!!! Muchas semanas desde que te leí por última vez, debieras tener una columna en el Granma, viva la diversidad!!!! propiciemos la confrontación (según Alfredo Guevara la Revolución debe hacerlo) sana e inteligente como esta, un abrazo fuerte
Mi H:.Angelito, elocuentes palabras para poner tíldes donde van y muy sutílmente decirle al tal Kcho, que y quien es. Seguramente el no podrá de decifralas pero algún colega suyo sí. Pero bueno, seguro que algunos "periodistas" el régimen leean tu blog, a escondidas y dirán: si yo pudiera decir lo que pienso dignamante?... Kcho, es solo eso
Carlos B. García
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