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30 de mayo de 2011

El Estado que le teme a la palabra

Henry Constantin


¿Cuán débil es un Estado que ve peligro en las palabras de un estudiante? Y usando su poder arremete con fuerza y dictamina la expulsión inmediata de Henry Constantin del Instituto Superior de Arte de La Habana, abusando de forma brutal contra sus derechos y empleando la tortura psicológica. En días pasados, en plena madrugada, y conscientes de la cobardía que esto conlleva, dirigentes de la FEU arremetieron en contra de Henry, para así evitar que el resto de los alumnos fueran testigos. Sorprendido en pleno sueño, y sin dejarlo reaccionar lo sometieron; es maniatado por el profesor Jefe de Beca y otros alumnos manipulados, y dada su negativa a colaborar (puesto que había sido claro al declarar que no abandonaría la escuela por sus pies) lo arrastraron por el albergue, después por la escalera, hechos solo comparables con las hordas de la SS nazi o las dictaduras del siglo pasado en el cono sur, lo montaron en un auto y lo abandonan lejos de su casa y universidad.

¿Cuánto asco deben sentir de sí mismo los que cometieron el atropello? Este hecho podría inscribirse en la larga antología del horror de la dictadura castrista.

¿Cuánta locura se necesita para ejecutar tal procedimiento?

¿Dónde está el “defensor de los humildes”, el Sr. Comandante que ahora no gasta la tinta de sus reflexiones en interceder contra el abuso inconstitucional que él engendró? A ninguno de ellos los expulsaron de la universidad a pesar de sus actividades armadas. ¿Por qué las universidades son para los comunistas, si ni siquiera el mismísimo Batista las restringió para sus enemigos? El “revolucionario” que nos engañó prometiendo justicia, derechos y libertad, en cambio, superó en horror al régimen que él combatió.

¿Por qué el joven Henry Constantin, talentoso estudiante de arte, y necesitado de libertad, como la que buscamos todos a través de los blogs, no merece unas pequeñas gotas de tinta del caudillo mayor, después de haber vertido un río de letras negras para defender públicamente al asesino Bin Laden y hacer patente su dolor por la pérdida de su “compañero”?

¿Cuánta miseria tiene que reunir un Gobierno para abusar de un joven artista, estudiante aplicado y talentoso, de un físico de adolescente apenas desarrollado, por el supuesto delito de emitir criterios?

Son tantas las preguntas y tan pocas las respuestas lógicas.

¿Cómo luego, de distintos lugares del mundo, hayan seres humanos capaces de defender un sistema que nos avergüenza?

De todas formas, amigo y hermano Henry, pocas veces tendrás la oportunidad de ser más héroe que ahora, es difícil crecernos a tanta altura como lo has hecho tú en esta oportunidad. Me lleno de orgullo por tu valentía, siendo apenas un niño, has puesto en ridículo al Sistema y su perfecta maquinaría fascista.

Sé que tus fuerzas como las nuestras, se multiplican tras cada acto indigno. También sé que no albergas odio, el artista que llevas dentro no te lo permite, a pesar del susto y del sentimiento de indefensión. Ellos son merecedores de lástima, porque temen perder el espacio que mantienen a fuerza de injusticia, están conscientes que su actitud no tiene cabida en los nuevos tiempos.

También sabes que no vamos a quedarnos con los brazos cruzados. Continuaremos reclamando la justicia y tus derechos, que es lo mismo.

Aquí te va mi amistad de siempre, y mi aliento.

10 de mayo de 2011

A Juan Wilfredo Soto, en el Parque Vidal

Juan Wilfredo Soto

El Gobierno cubano regala por el Día de las Madres, justamente lo que más dolor puede provocarles: la pérdida de un hijo. Y la Gran Madre, la Patria, está llorando a otro de sus hijos que, como aquellos mambises, decidió morir antes de ser ultrajado, expulsado de su propio suelo, un parque, el Parque Vidal, que lo recibió desde sus primeros pasos en la vida y donde unos sicarios intentaron desalojarlo.

Juan Wilfredo Soto fue un hombre de principios. Desde la juventud expuso sus ideas contrarias al proceso “revolucionario” y, por ello, a los 17 años, lo expulsaron del centro de estudio y lo encarcelaron, por lo que fue conocido como el “Estudiante”. Luego continuaron otras condenas por los mismos supuestos “delitos”, derechos que la propia Carta Magna de las Naciones Unidas reconoce como pertenencia inalienable del ser humano, pero que el Gobierno cubano recibe como transgresiones a su política de “mano dura”.

Un día tendremos también un “Muro de las lamentaciones” y allí esculpiremos los nombres de aquellos que han ido muriendo en silencio por más de cincuenta años, sin que un medio electrónico pudiera dar la noticia y romper la mordaza de la censura, hasta llegar a la nueva era, donde gracias a esos medios satelitales, dejaran escapar los nombres de Orlando Zapata y Juan Wilfredo Soto, que estarán juntos porque eligieron emprender el camino de la libertad y convertirse en el orgullo de sus compatriotas.

Como siempre, la prensa cubana guardará mutismo o publicará la versión oficial, redactada por los dirigentes del Estado. Gastarán palabras justificando malamente el cruel asesinato, sin dedicarle en sus periódicos, mas espacio que el lloriqueo por Bin Laden, el “hijo pródigo” de Fidel Castro.

Quizá esta sea la venganza de ojo por ojo. Los norteamericanos le quitaron al más odiado terrorista y el Gobierno cubano, como respuesta, apalea hasta la muerte a un hombre justo, aunque en ese momento sólo defendiera el principio de pasear por el parque de su ciudad.

Acabamos de enterrar a Juan Wilfredo Soto, que como una estrella se ha emplazado en el firmamento y nos mira.

9 de mayo de 2011

Manipulados de poca monta

Foto: Karel Poort


Para muchos llegó a ser el programa de más teleaudiencia, pero lejos de esperarlo por cuestiones ideológicas, lo hacían por simple entretenimiento, asumiéndolo como otra serie de ficción, muy mala por cierto, pero en el horario no ofrecía nada más entretenido que el beisbol. Los que poseen en su barrio los canales del satélite tenían opciones para ver por la televisión otras cosas, pero la mayoría, sin otro remedio, optaba por esperar la sorpresa. Podía ser cualquier programa, el menos esperado, y ahí el atractivo de “Las razones de Cuba”.

Los que recordamos el serial “En silencio ha tenido que ser” (1979), que marcó nuestra generación, era el héroe revolucionario que exponía su vida para deshacer planes que atentaban contra la vida de los dirigentes cubanos o sabotajes contra la industria nacional; al ver esta nueva serie, “Las razones de Cuba”, no queda otra opción que reírnos de tamaña ridiculez.

Pero lo último que debemos hacer es subestimar a los organizadores del show mediático, pues había algo subrepticio que es la verdadera intención: crear paranoia. Infundir más miedo; que la población tema al ser más cercano, ya sea familiar, amigo o compañero de trabajo de toda la vida. Por esos días, comenzaban las revoluciones en Egipto y otros países, y necesitaron reforzar la justificación de ser un país agredido para, en caso de ocurrir las manifestaciones en Cuba exigiendo que la dictadura abriera las puertas de la Democracia, y que las Damas de Blanco fueran la chispa, el detonante de un despertar de dignidad nacional, para que entonces ellos, los fascistas, pudieran defenderse a su manera y garantizar la manipulación al resto de la población que se mantiene ingenua o no quiere ver la verdad; y apalear, como en otras ocasiones, a esas Damas, que los hombres cubanos envidiamos por su valor, y convocar a nuevas marchas de “reafirmación”, que no son más que chantajes, a donde obligan a asistir porque de no hacerlo se pierde la “estimulación” (la divisa mensual), o hasta el propio puesto de trabajo, y hasta los estudiantes, independiente a de sus notas, no les dan el aval político que decide su ingreso a la universidad. Recuerden que ahora se retomó aquello de que “las universidades son para los revolucionarios”.

A los televidentes no les queda otra opción que esperar una segunda temporada en la que se mejoren, si se pudiera, la calidad de los guiones. Mientras, los otros, los que no tenemos jefes ni amo ni señores a quienes responder por sus dádivas y recompensas, ni recibimos sueldo en divisa por comportamiento laboral y político, salvo la honestidad que nos obligan los sentimientos, nos queda ir construyendo para la Patria, una historia digna de pudor y modestia.