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23 de noviembre de 2011

Línea de producción de androides cubanos



La Televisión Cubana posee, en su horrible horario estelar, otro programa de noticias manipuladas proveniente de Telesur, con un ideólogo-manipulador-agente-“periodista” venezolano, Walter Martínez, que ha olvidado la ética y la primera razón del reportero: respetar la noticia sin agregar su criterio personal que, en todas las ocasiones, va ligado a la ideología que representa y le paga y, por ende, al interés particular (como un pirata sin garfio aparece todas las noches en las pantallas cubanas oliendo los traseros de Chávez y Castro). Habría que preguntar a cuánto asciende su ganancia monetaria en este asunto, y el beneficio publicitario que recibe por parte del presidente de su país, por prestar su rostro y desvergüenza en defender un socialismo que, ya sea del siglo XX o XXI, porque es la misma estafa, como un virus, arruina la economía de nuestras naciones, y si los venezolanos quieren estar seguros, que se den una vuelta por la Isla, pero no por esos hospitales-hoteles que les facilitan para sus tratamientos, de los cuales no tengo nada en contra, ni mucho menos de sanar a un ser humano del país que sea, pero sí del uso mediático con que luego son usados, y, que salgan a las calles, visiten viviendas, hospitales prácticamente en ruinas, sin médicos, sin medicinas, ni utensilios quirúrgicos, etc.
Como si fuera poco para el pueblo cubano, en el intento de educarnos a través de varias generaciones como autómatas, recordemos que existen decenas de programas que a diario van acomodando la noticia oficialista escogida por la censura política, con idéntica redacción para todos los medios de información, y se va repitiendo como una tortura por el resto de nuestra existencia. Con dos horas diarias, el despliegue de la mejor tecnología que poseen y de los más altos gastos de producción, la inadvertida Mesa Redonda, que se ocupa de construir una anti-lógica militarizada, de atacar a todo lo que huela a capitalismo, su plato fuerte es los Estados Unidos, luego los Presidentes de derecha, antes fue Aznar, ahora Sarkosy, Berluscononi, entre tantos, y a la vez defender a los Presidentes Latinoamericanos que se han aliado a Chávez. A eso hay que agregarle los tres noticieros, los reyes de la desinformación mediática que también se ocupan de justificar los desastres internacionales de sus pares ideológicos. La ineptitud y desmanes de la pésima administración de los hermanos Castro ante la economía nacional enflaquecida por medio siglo. Los constantes noticieros radiales. El famoso Radio Reloj, que entre minuto y minuto cuelgan las noticias manipuladas más increíbles e injustificadas. La prensa escrita, con leerte una de ellas de seis hojas ya es como si se hubieran leído las demás. El Diario Juventud Rebelde, que no es más que el Diario de los Vejetes en Rebeldía que se encuentran en el poder. La publicación de Trabajadores, que no es otra cosa que la voz de la traición de la clase obrera cubana, al servicio de los amos tiranos. Agréguenle el órgano impreso del Partido Comunista de Cuba (y el único), que es la madre de las noticias, que escoge y decide qué debe conocer la población de Cuba. La Revista Bohemia, que ni en los peores momentos de dictaduras pasadas fue sumisa ni oficialista. Los periódicos provinciales regidos y vigilados por los comunistas de los Partidos territoriales. Los boletines digitales de noticias, también como papagayos copiando lo aceptado por las instancias políticas superiores.
Es como si nos pusieran altavoces en los oídos y nos gritaran una vez tras otra lo que debemos pensar, memorizar y ejecutar, y, como ejercicio del hastío, comiencen a contar del 1 al 53, los años de dictadura, para que corroboren lo vacío que luce ese espacio. Y como si fuera poco, aparece este Don Oficialista Walter Martínez, y a cada imagen, escogida también por su censura, nos da las noticias masticadas, subestimando la inteligencia de los espectadores y lo único que logra garantizar es tener el peor programa de noticias jamás visto ni siquiera en la República “Democrática” de Corea del Norte. Reportero que no hace silencio ni por un minuto, con aires de sabelotodo o dios omnipotente, se va ocupando de colgar carteles, apodos, con la ironía constante que siempre rema hacia el beneficio de su orilla chavista y castrista; que en el pasado viniera a Cuba a grabarle una entrevista a Fidel Castro, que no fue otra cosa que una Oda al anciano Comandante, un coro de críticas a sus enemigos políticos, una mamada al caudillo mayor. Lo único que ha logrado este señor, es que en Cuba se practique nuevamente el cine mudo. Los espectadores, con el volumen en el mínimo, garantizan eliminar la interrupción de su voz sumisa y así poder disfrutar de las imágenes que el Gobierno Cubano censura en los noticieros nacionales. Lo que no conoce, o quizá sí sabe y no le importa, es que también su programa es revisado y editado antes de salir al aire, que después de la censura, en Cuba hay otra más refinada donde él, por momentos, parece demasiado “periodista” y pregonero al servicio del enemigo. Ni siquiera él, un vocero oficial de ambos Estados, ha salido ileso de la arrogante y extremista ideología fidelista.
Y como acostumbra el vocero Walter Martínez, cuando finaliza su farsa periodística y dice “disponga usted de las cámaras, señor Director”, y se retira, ante la atmósfera oscura que va captando la cámara, y su imagen, con la marcialidad del frustrado oficial que le gustaría haber sido, recorre el pasillo para acercarse a la pantalla como símbolo de la pesadilla y el peligro que representa, y luego, con impudicia y cinismo mayor, hace el saludo militar ante la cámara que reafirma lo que ya sabemos, que está al servicio de las cúpulas castrenses de Venezuela y Cuba.
Un día, estoy seguro que muy cercano, usted señor Walter, perderá los beneficios con que ha sido comprado, y ojala que no se encuentre en las nóminas que reparte los cheques a los sabuesos.

Ángel Santiesteban-Prats

16 de noviembre de 2011

Pequeña memoria de la estafa gubernamental




Lo último que ha podido subsistir del patrimonio de los cubanos es la vivienda, debido a la voluntad totalitaria Fidel Castro, que dispuso por más de cincuenta años que todo era de su propiedad y solo él decidía qué era de quién y cuándo dejaba de serlo. Por suerte o por desgracia, el hogar es lo único que no se permitió sacrificar para sobrevivir la debacle por más de cincuenta años. Pronto aquella prohibición de venta de los bienes y raíces, quedará en el recuerdo.
A la población cubana, en la década del ochenta, se les despojó de las joyas heredadas de sus ancestros; ancianas que, por satisfacer a sus hijos y nietos y aliviarles la extrema pobreza, entregaron sus alhajas a cambio de unos billetes “chavitos”, que sólo tenían valor en una tienda dispuesta para la ocasión, donde los precios de los artículos eran irrisorios. Y todo funcionaba como un robo porque no existían otras tiendas donde pudieran obtenerse esos productos que no tenían nada de especial, que no fuera la ocasión de adquirirlos.
En aquellos tiempos poseer dólares era penalizado con sanciones de años de cárcel. La población enfrentaba el engranaje perfecto de un chantaje gubernamental que dejaba muy mal situada, ante los familiares, a aquellos dueños de las heredades que se negaban a perder el sacrificio y la memoria de sus antepasados. Al final, las ancianas que entregaron hasta sus anillos de compromiso, reliquia que exhibían en sus manos como vitrina de profundos sentimientos, lo hicieron con una mezcla de dolor y satisfacción por complacer a sus familias, pero les quedó la percepción que fueron timadas al igual que los indios a la llegada de los españoles, cuando intercambiaron las pepitas de oro por vidrios de colores.
El Estado también les compró sus jarrones de porcelana, plata y oro, los cuadros de pintores que sus antepasados colgaron para admirar en sus paredes, muebles de estilo. Riquezas que fueron a las arcas de los políticos o de sus familias y duermen en cajas de seguridad en bancos extranjeros. Quito lo del holocausto a los judíos porque se me hace un exceso, aquello fue por la fuerza y les sacaban hasta los dientes de oro.



Un pueblo como la caña: exprimido


La sociedad cubana ha sido saqueada espiritual y materialmente como la caña, que en múltiples ocasiones es pasada por el trapiche y pierde la consistencia, se deshace en bagazo y polvo. Lo doloroso es que todo ocurre bajo el silencio total, égida y complicidad de los funcionarios e intelectuales cubanos que se ahorraron los comentarios por el miedo que siempre les acompaña en su alma artística. Callaron ante el gran robo que significó aquel cambio de joyas por panes. Una vez no cumplieron aquel papel tan cacareado de que el intelectual es la voz de la sociedad, su abogado defensor, la memoria viva. Pero prefirieron darle la espalda al pueblo y a la historia que los recogerá en su justa medida.
Pero las circunstancias han cambiado tanto para la cúpula gobernante, que no le ha quedado más opción que revisar sus medidas extremistas y abrir el banderín, siempre en aras de su beneficio, olvidando los repetidos y extensos discursos que aseguraban que “la propiedad privada jamás regresaría a Cuba”. ¿Se han preguntado cuánto dolor debe causarle a Fidel Castro ver como se le desvanece en vida todo el castillo de naipe que nos obligó a visualizar, a creerlo como si fuera cierto y lo hubiéramos palpado? ¿Qué debe estar sucediendo y qué planes tienen que han comenzado a devolver algunas pequeñas libertades que antes quitaron y que les hace sentir que pierden su apreciado “poder”? Con seguridad es la misma sensación de impotencia de los amos cuando obligados vieron partir a sus esclavos libertos. Porque no debemos engañarnos, ninguna medida de este Gobierno jamás será para mejorar al pueblo, ni siquiera para devolver las libertades y derechos que le corresponden al ser humano.


El derecho de nacer… ¿en el lugar equivocado?

Por estos días se ha aprobado la venta de casas, algo que ya se venía pregonando. Pero hace más de un año también, como por “casualidad”, comenzaron en Cuba, después de cincuenta años de inmovilismo, a actualizar los Registros de la Propiedad. Todo se ha hecho con la mayor urgencia. Ha sido un llamado obligatorio a las empresas estatales, y de ineludible gestión de los ciudadanos para cualquier trámite con su vivienda. En cada municipio se han abierto las oficinas para asentar en los libros al propietario actual. Un movimiento con la mayor premura y presión. Saben que el tiempo se les acaba. Para ello se han entregado los locales para dichas oficinas, impartidos pequeños cursos de adiestramiento, impreso modelos que en la marcha han corregido, entrega de computadoras, archivos y material de oficina. Las visitas del Director Provincial de Justicia, y de los funcionarios políticos, es constante. Ellos también son presionados a otras instancias. Tienen que responder a cuánto asciende lo registrado a partir que se recibió la orden. El primero que comenzó la tarea, desde sus funciones como Presidente del Gobierno (Alcalde de La Habana), Juan Contino Aslan (que en paz descanse su pequeño poder), fue relevado del cargo, hasta ahora en “plan piyama” (dicen que por hacer lo mismo que sus antecesores y modelos políticos, entregar casas a sus amantes).
El Gobierno de Cuba no hace ningún movimiento que no le resulte una compensación. Pero en este caso, toda la parafernalia nos lleva a que la verdadera intención es la de recoger las antiguas propiedades pertenecientes a los viejos propietarios que abandonaron el país o fallecieron en Cuba.
El objetivo es borrar el pasado. Cuando el Estado obtenga en su poder todas las viejas propiedades, las harán desaparecer y, ante el Registro, solo quedarán las propiedades actualizadas. Ningún propietario “nacionalizado” a partir del 1959, ni sus herederos, podrán reclamar algo que no existe ni pueden probar documentalmente.
Quizá algunos se hayan llevado las propiedades al exilio, pero fueron los menos. Y podría creerse que es un gesto loable de los Castro para asegurarles a los cubanos que no serán echados a la calle cuando el inevitable cambio político asome; pero eso sería una ingenuidad. La razón real es que el grupo de poder intenta esconder sus propiedades familiares, que fueron confiscadas o inventariadas después de la partida de sus propietarios originales. Dentro de la gran montaña de movimiento de papeles que conllevan dichas inscripciones se perderán las personales. De paso, asegurarles a sus generales y acólitos que tampoco perderán sus intervenidas posesiones que les entregaron cuando llegaron al poder.


El país que se desangra

Los cubanos, en este carnaval de pequeñas libertades desconocidas, en su desesperación de cambiar su realidad, en el anhelo de hacer cumplir algunos sueños, sobre todo el de emigrar, podrían vender sus hogares. Los que desean quedarse en la isla, piensan en lo inmediato, que el dinero resolverá todas sus necesidades de prioridad: comer, vestir y dormir sin la tortura de no saber qué comerán al día siguiente. El Gobierno ya se ha encargado de advertir que “no se responsabiliza por las malas decisiones de los propietarios y luego de gastar el dinero terminen en viviendas en mal estado y les ocurran derrumbes, o se vean errantes sin un techo donde cobijarse".
Una vez más, nos preguntamos qué función tuvo esta supuesta revolución, qué se supone que se hizo para garantizarle al pueblo una vida segura con igualdad de derechos. ¿Qué ganamos por padecer una dictadura por más de cincuenta años si al término nos encontramos vendiendo lo único que poseemos, o mejor dicho, fue lo único que pudimos guardar? Y lo peor, que un Estado “socialista”, se desentiende de su pueblo, que fue su único estandarte y justificación en esta larga marcha de agonía.


El saco del Comandante


De niño pensábamos que el “coco” vendría por nosotros, por nuestro cuerpo, venía a recogernos por no comernos toda la papa (entiéndase boniato), o por no acostarnos temprano. Luego de crecer sabemos que el hombre del saco sí pasó por nuestras vidas, y se llevó en su fardo más que las riquezas y pertenencias familiares, las vidas y los sueños de mis abuelos, padres, hermanos, amigos, las mías a las que aún me aferro con las uñas y los dientes para que no sean arrebatadas, y ya manipula la de mis hijos y ahorita, si se lo permitimos, la de los nietos.
El Estado cubano, por más de medio siglo, se ha detenido frente al monstruo del “capitalismo” que describía en crítica constante, niños que asustaba conque “viene el coco”, y ha sido tanto su estudio minucioso del original, que por reflejo ahora se ha convertido en su imagen, “el hombre del saco que viene a llevarnos”, así nos asusta con el capitalismo la propaganda comunista.
Los cubanos hemos sido estafados. El Estado socialista lentamente va cediendo las ideas con que quiso eternizar la dictadura, un franco retroceso al capitalismo. Con las diferencias que ahora se estará más desprotegido porque no se tiene el conocimiento ni la infraestructura familiar ni social, para enfrentar y sostener una vida con dignidad.
La gran diferencia radica en quiénes son los únicos ganadores del cuantioso sacrificio de millones de cubanos en este más de medio siglo. La familia Castro vive en mansiones lujosas, poseen varios autos, yates, viajes constantes, negocios prósperos, fortunas y propiedades en otros países, en definitiva, disfrutan de una entrada económica que les permite vivir como millonarios.
El principio del siglo XXI ha comenzado a ser su final. Intuyen que se les acaba el tiempo. Lo único que no saben es cómo y qué idear para que su familia mantenga su estatus y riquezas, y asegurar, por supuesto, que luego no sean devueltas al pueblo cubano.
Mientras prolongan las estrategias de ventajas usureras de los gobernantes Castro, los sueños de los cubanos de libertad y próspera economía, se aplazan, continúan en plena postergación.

Ángel Santiesteban Prats

9 de noviembre de 2011

La matemática de los Dictadores







¿Qué misterio encierra el “poder” de los tiranos, que la obsesión de conservarlo los conduce a sacrificar a su pueblo, a su familia y a su propia vida?.. Disfrazan su obstinación con ideales, que exigen sacrificios constantes, con los que ha engañado y que no persigue otra intención real que seguir siendo el “mandatario” de la nación. Todos los dictadores coinciden en estructuras de gobiernos totalitarios, donde la democracia es asfixiada para que ni siquiera se recuerden las elecciones justas, las que sin dudas causarían la pérdida de sus regímenes.
Cuando comenzaron las revueltas en Libia, percibí cuál sería el desenlace del dictador Muammar Gaddafi, aunque lo imaginé con la variante legal con que fue condenado el absolutista Sadam Hussein. Los caudillos, luego de apropiarse del poder, ejecutan a los que se le oponen, y lo hacen decididos a todo por mantenerse como líderes.
La historia ha demostrado que no se puede contener a un pueblo en rebeldía. No se consigue mentir y atemorizar a varias generaciones sin recibir el castigo por ello. Ninguna maquinaría política y represiva, ni siquiera la cubana, la que considero la más efectiva de cuantas han existido, podrá contener el derecho de libertad de todos los cubanos.
Fidel Castro ha vivido como un Rey que le exige a sus súbditos el sacrificio de sus vidas. Varias generaciones en pleno siglo XX le dedicaron sus existencias como rituales donde se ofrecen inmolaciones humanas al dios supremo. Vidas perdidas que no recibieron nada a cambio. Tampoco sus hijos y nietos han comprendido para qué fueron ofrendados. Entienden que fueron engañados, mártires en vano que no lograron cambiar ni mejorar el presente ni el futuro.
Fidel Castro sabe que el tiempo de vida que le resta ya no es “importante”, si calculamos que lo logrado en sus años de vida plena y vital, no ha sido suficiente para recordarlo como un pasado feliz (entiéndase “importante”, a su probada incapacidad de aporte a la maltrecha economía o a la democracia). Nada de lo que le prometió a mi abuelo, luego a mi padre, que también intentó hacerlo conmigo, con mis hijos, y si se lo permitimos ahorita con mis nietos, ha podido cumplir. Los ideales son para fortalecer a los pueblos, no viceversa. Las ideologías no pueden devorarse un país. Y esa fue la gran falsa de Fidel Castro, su gran estafa.
Su hermano Raúl Castro, ahora Presidente de la nación por designación de la dinastía, que comprende que su presencia es como una parada de un ómnibus que en breve continuará su ruta, después de medio siglo de dictadura, trata de retardar lo más que pueda una evolución natural de la sociedad que los expulsará del poder. Pretende volver a engañarnos con la inalcanzable zanahoria, falsas estrategias políticas, que no son otra cosa que diques que pretenden contener la fuerza de las aguas que golpean la férrea compuerta que nos cierra el paso al futuro, al desarrollo social, intelectual y económico. Su impericia política nos deja el mal sabor de hacernos sentir subestimados.
Lo lamentable es que existen las probabilidades de pérdidas de vidas humanas. Lo asombroso es que los hermanos Castro lo saben, como lo supo Hussein y Gadafi, y no harán nada por evitarlo. Llegaron al poder violentamente, y saldrán de allí en un baño de sangre semejante al que cometieron en 1959. Desgraciadamente el color rojo con que mancharon las calles y la historia de su país será, igual que en su llegada, así también en su partida.
Aún me queda una esperanza, que razonen y piensen en sus descendientes. Dicen que a los nietos se aman más que a los hijos. Fidel nunca ha sido afectuoso ni siquiera con sus hijos (dicho por ellos mismos), entonces ¿por qué va ha serlo con sus nietos? Su egoísmo no le da espacio a pensar en otro ser que no sea él. Pero en cambio, Raúl Castro es conocido por su apego filiar. Sabemos que de alguna manera ha logrado situar a sus vástagos en varios países. Se podría interpretar como una opción de fuga, o de al menos un intento de salvar a su descendencia, por lo que sospecho que ellos también esperan alguna revuelta.
Debemos hacer consciente a los hermanos Castro y al resto de su linaje, que si definitivamente deciden aferrarse al poder y provocan una guerra civil, exponen las vidas de sus descendientes. Dejarán un rencor en esta tierra que no permitirá compartir nada con su prole. Sus cuentas bancarias y propiedades serán congeladas y su valor devuelto a las arcas del Estado, cuyos dirigentes, para ese entonces, serán elegidos democráticamente.
Por expresiones que ha hecho el mismo Fidel Castro, exactamente recuerdo una con mucha nitidez, cuando apresaron en Inglaterra al dictador Pinochet. En aquel momento reveló que él siempre viajaba con una granada para evitar ser capturado con vida. Sabido es que cuando llega el momento, por lo general tiemblan las manos (y no es precisamente por Alzheimer), ya lo vimos con Hussein y Gadafi, influenciados por culturas más propensas al suicidio, que no tuvieron el valor de pegarse un disparo, ni siquiera masticar una capsula de cianuro; suponemos que Fidel Castro tampoco tendrá el valor de hacer saltar la espoleta de la granada; y quizás, después de evitar el linchamiento popular, los hermanos enfrenten un proceso jurídico, observado y asesorado por un Tribunal Internacional, donde no se dignifiquen sus días finales. Parafraseando a José Martí, valdría la pena decir que “los hombres no miran de qué lado se vive mejor, sino de qué lado se muere mejor”.
Como oímos desde niño que: guerra avisada no mata soldados; ya va siendo tiempo de que los gobernantes Castros y su séquito, después de resignarse a abandonar el poder, se sienten a sumar y restar las posibilidades inteligentes de un desenlace pacífico; para que por fin, ayudados por el Gran Arquitecto Del Universo, todos los cubanos tengamos, por primera vez y por siempre, una república con progresivo desarrollo cívico y democrático.
Dios nos asista y nos auxilie en este empeño.

Ángel Santiesteban-Prats

2 de noviembre de 2011

El destino de los talibanes cubanos.








Leyendo el libro de Carlos Alberto Montaner: Conversación en los funerales del Comandante. ¿Qué ocurrirá tras la muerte de Fidel Castro?, desde las primeras páginas pude reconocer una realidad que fue vaticinada por el autor varios años antes de que sucediera.
¿Quién podría haber pronosticado que Carlos Lage, el “mayordomo” de Palacio, que desde su juventud dedicó sus denodados esfuerzos a cumplir sumisamente con toda injusticia y política maquiavélica de Estado que se le ocurría a Fidel Castro, sería defenestrado de manera tan humillante y burlesca? Sólo un conocedor de la sicología e ideología de un dictador como Montaner pudo, casi profetizar, tamaña locura sin que tuviera que esperar el entierro del “líder”. Apenas unos meses después que llegara Raúl Castro al poder, se cumplió el vaticinio del autor, y Lage fue expulsado indecorosamente de la élite del Gobierno. Y, semanas después, a pleno medio día, con más de 34º C, pude ver a nuestro personaje, alguien diría “arrojado a los leones”, caminando, casi con asfixia, por la Plaza Roja de la Víbora (miren ustedes que ironía el nombre del lugar). Era uno más en la muchedumbre. Su camisa a cuadros, de marca elegante y costosa, estaba completamente sudada… Aún no sé definir si fue lástima o satisfacción lo que sentí por aquel evaporado “grano de sal”.
Siempre me he preguntado cómo Fidel Castro se olvidó de unos jóvenes que él mismo concibió, y que después no pudo soportar. Algunos eran niños cuando llegaron a sus manos y, como alfarero, los formó a su imagen y semejanza. Les resultaron aborrecibles, sin decoros, con falta de humanidad, y, ante sus ojos, se parecían tanto a él que se convirtieron en iguales de peligrosos. Los hermanos gemelos Tony y Patricio La Guardia, en el año 59 eran jóvenes que no sobrepasaban los veinte años. Él los hizo tal y como fueron, eficientes Generales de sus cuerpos élites. Y luego a uno de ellos lo fusiló y al otro lo hizo cumplir varios años de cárcel. ¿Qué pensarían de Fidel Castro los padres biológicos de Tony y Patricio, quienes les confiaron sus hijos sanos de mentes y corazones? ¿Cuánto dolor habrán padecido esos padres al sobrevivir a la muerte de uno de ellos y soportar la humillante cárcel del otro?
Eso me hace recordar la anécdota que cuenta el Comandante Benigno, de aquel joven de catorce años que una pareja de campesinos le entregaran a Fidel una noche que visitó su bohío, allá en el más profundo paraje de la Sierra Maestra. “Se lo damos, le dijeron aquellos ancianos, porque es nuestro único tesoro, lo concebimos en la vejez y no queremos que el ejército de Batista lo aliste a la fuerza y nos lo mate.” Pero quizá más valía malo conocido que bueno por conocer.
Fidel se lo entregó a Camilo Cienfuegos que iba con él aquella errada noche para los ancianos, y para el joven, por supuesto. Poco tiempo después, una madrugada, el adolescente robó una lata de leche condensada. Al ser descubierto, Camilo le envía un mensaje a Fidel pidiéndole un consejo sobre qué correctivo imponerle. Y Fidel le respondió tajante: “fusílalo”. Camilo, sorprendido, le vuelve a enviar otro mensaje diciéndole que es el joven entregado por los ancianos, y que robó una lata de leche condensada. Y Fidel, con ese impulso gélido que lo caracteriza le vuelve a responder: “Ya te dije que lo fusilaras”.
Las preguntas son mi gran tortura porque siempre quiero entender a los demás, aunque no comparta sus sentimientos ni sus actos. Pero ¿no fue un acto de cobardía de Camilo Cienfuegos ejecutar la orden cuando él no compartía el criterio, máxime que estamos hablando de la vida de un adolescente? Y en cambio, cuenta Benigno, el Comandante Camilo se ocultó en las letrinas para no presenciar el fusilamiento. Tal vez el lugar que encontró en aquel momento fue el más adecuado a sus sentimientos.
Pero volvamos al libro de profecías de Carlos Alberto Montaner. Para ser cautico, pronosticó que, una vez desaparecido Fidel Castro, el “Grupo de apoyo al Comandante”, tendría que hacer una alianza para sobrevivir, ya que su peso político se desvanecería, pues apenas tenían anclaje en las Instituciones.

¿Y qué sucedió con los jóvenes “talibanes”?

Raúl Castro, sin dar tiempo a que la ausencia del hermano diera paso a esa “alianza” política, los cazó uno a uno y los fue deponiendo y expulsando indecorosamente como piedras en el zapato: Felipe Pérez Roque, Otto Rivera, Hassan Pérez, Juan Contino Aslan y Carlos Manuel Valenciaga. Y como no podía ignorar al Ministro de Cultura Abel Prieto, le suprimió el poder político, para mantenerlo como “domador de leones”, frente al conflictivo y volátil sector intelectual, quizás hasta que encuentre a la persona idónea para sustituirlo. Y si miramos más atrás, comprenderemos que ha sido un proceso de continúa defecación política: José Luis Rodríguez, sancionado a varios años de prisión, Roberto Robaina, que provenía del la FEU y la UJC, y quien fuera Ministro de Relaciones Exteriores. Humberto Rodríguez, Presidente del INDER. El General Abrantes, cuya muerte en prisión aún es un misterio por esclarecer. No olvidemos al General Ochoa, “Héroe de Cuba”, al que también le hizo morder la pólvora en el paredón de fusilamiento.
Al final, sus séquitos no han sido más que títeres que exponen la imagen y sacrifican sus cuerpos, sus manos cumplen el designio del cerebro que las maneja, el que realmente traza la política y obtiene los beneficios.
Tan cierto es que esos nombres ocuparon por años los espacios mediáticos de la oficialidad, como que hoy nadie los recuerda. Ese es el pago por ser parte del Gobierno, sin hacer respetar sus criterios, ni mucho menos lograr que prevalecieran ante cualquier especulación errada del Comandante u otro de la cúpula sagrada del Gobierno, y que el pueblo los identificara como defensores de su estándar de vida. Sólo cumplieron ordenes, jamás lograron sus sueños políticos, salvo chupar la teta del poder y aceptar cien por ciento todo lo sugerido por el Máximo Líder. La historia recogerá, en algún momento, a esa caterva de talibanes como parte del engranaje diabólico del sistema imperante en la Isla.

¿Qué queda de los viejos Comandantes?

Cómo diría mi vecino: “sólo los cascos y las malas ideas”. O como escribe en su libro Carlos Alberto Montaner, “Ancianos y achacosos, atados a la antigua leyenda de la Sierra Maestra”. Algunos de ellos, los que aún se mantienen respirando en esa muerte aceptada, resignados a consumir los beneficios de la revolución, asisten a los actos oficiales para dar una imagen de falsa unidad. A cambio seguirán viviendo como millonarios en un país sumergido en la mayor pobreza de su historia. Ante los ojos del pueblo viven en suntuosas casas, que por cierto, ni siquiera tuvieron el decoro de construirse, se pasean en yates de recreo, comprados en el mercado internacional con el dinero del pueblo, o confiscados a traficantes de drogas que entraron en las aguas cubanas. Muchos de estos personajes derrochan los recursos de la nación para complacer a ex esposas o a ex compañeras sentimentales.

Las manos de Fidel Castro, el alfarero que pretendió ser, contaminó el barro con sangre, y esos jóvenes que imaginó formar, de alguna manera, los deformó. Bajo su égida distorsionada y pútrida, jamás logró ser maestro ni modelo para alguien. Tampoco habrá que esperar años de distancia para usarlo como símbolo de muerte y miseria.
Su egoísmo y astucia caudillista le hizo olvidar la historia real, no la que él ha intentado tergiversar y manipular a su antojo, sino la voz de pueblo que es quien en definitiva juzga y escribe las páginas de los libros futuros, aunque el miedo ante el terror impuesto evite, momentáneamente, que ese pueblo le grite TIRANO.


Ángel Santiesteban-Prats