Me
sorprende el asombro que expresan algunos intelectuales de que esté
atravesando un proceso jurídico amañado por la Seguridad del
Estado, ¿acaso pensaron que decir las verdades en el rostro de la
dictadura, además desde el interior de la isla, iba a pasar
inadvertido? No creo que existan cubanos con tanta ingenuidad ni
tampoco con tan mala memoria.
Recuerdo
que esta realidad que ahora sufro me la hizo saber un extranjero que
reside en Francia, estudioso de la literatura cubana, y también
conocedor del proceso totalitario que persiste por más de cincuenta
años en Cuba, y en los días que concebía el blog me advirtiera lo
que ocurriría conmigo al comenzar a escribir los primeros post, ¿si
estaba preparado a perderlo todo y a enfrentar la maquinaria
mediática, demoledora física y mental que arremeterían en mi
contra? Le respondí que sí, ya no soportaba más el silencio,
continuar con la máscara.
Reconozco
que para ese entonces no imaginé que llegaran a tales degradaciones,
embustes y atropello. Uno siempre piensa que un Estado, por fascista
que sea, tendrá el escrúpulo, o al menos, una manera más
inteligente para hacerlo, y no de la forma burda con que han manejado
la situación para desacreditarme. Jamás sospeché que podría
serles tan importante, un enemigo vital como lo que han demostrado
según su dedicación y riesgos, al punto de construir testigos
falsos, que gracias a la suspicacia de una amiga, pudo entrevistar al
más importante y filmarlo, y por suerte, todas aquellas acusaciones
que llegaron a sumar los 54 años de cárcel como petición Fiscal,
se cayeran al presentarles a su “testigo” relatando las presiones
y sobornos que había recibido por parte de la denunciante (cómplice
del gobierno) y de la policía (el testigo asegura la relación
marital entre la denunciante y el Mayor Pablo, Jefe de los Jefes de
Sectores del municipio Plaza), para que aceptara mentir en mi contra.
Por
si fuera poco, ese mismo testigo asegura en el video que no hubo tal
visita mía por encontrarse casualmente en las afueras de la vivienda
de la denunciante, por ende, no existió de mi parte “violación de
domicilio ni agresión”, y lo que resultaba el “flamante testigo”
de la Fiscalía, pasó a ser una prueba contundente de mi abogado, y
que el Tribunal desaprobara para beneficio de la propia Fiscalía,
como fueron desaprobados los demás testigos que aseguraban mi
inocencia y mi permanencia en otro lugar en el mismo momento donde la
denunciante asegura que me encontraba. El tribunal desaprobó otro
testigo, amigo de la denunciante, que aseguraba que como mínimo en
dos ocasiones, antes que se efectuara la denuncia, ésta le confesó
que me haría “un número 8 judicial”, y no escuchó sus ruegos
de que no lo hiciera, que recordara que yo era el padre de su hijo.
También el Tribunal desaprobó a la testigo maestra del menor y
Directora de la escuela, en este caso de mi hijo, y que éste le
revelara que su madre le pedía que falseara hechos denigrantes en
contra de su padre.
¡Siempre
me pregunto qué hubiera sucedido hoy si alguien, en este caso ese
“testigo”, hubiera mentido, declarado que me encontraba en
aquella vivienda y hube de cometer todos los horrores que me
quisieron endosar! Entonces ahora mi realidad fuera otra, si me
condenaron a cinco años sin pruebas, ¿a cuánto hubiera ascendido
con los demás horrores que me endilgaban? En estos momentos yo fuera
el hombre más solo de la dictadura, porque pocos creerían que un
“Estado” fuera capaz de cometer semejantes vejámenes espurios
contra un intelectual por el solo hecho de abrir un blog.
La
soledad del intelectual en un Estado sin derechos.
Desde
el principio me convirtieron en un marginado de la cultura cubana,
ese fue el primer castigo, luego, en un intento de aislarme
internacionalmente, cerraron el correo que el Ministerio de Cultura
me había contratado y por el cual pagaba el alquiler, por usarlo
para enviar los post al exterior, eso dijeron.
A
los pocos días me golpearon y fracturaron el brazo. Muchos, como
ahora con el proceso jurídico, se mostraron inseguros de creerlo, la
policía política del país no trabaja así, dijeron, porque les
conviene mostrarse inseguros, aceptarlo los llevaría a una realidad
que no quieren asumir de ninguna manera. Por supuesto, cuando vieron
la golpiza filmada que arremetieron bestialmente contra mi persona,
entonces hicieron silencio. Por lo general solo opinan para
esconderse detrás de la inseguridad y no correr riesgos, no quedar
de un lado ni del otro, salvo cuando son convocados directamente y no
les queda más remedio que mover la banderita ante el paneo de la
cámara de televisión oficialista.
Desde
hace tiempo aprendí a comprenderlos. El miedo los corroe. Nada puede
sorprendernos de una generación que humillaron, castigaron, les
hicieron las injusticias más increíbles, y siguen apoyando desde su
miedo. ¿Qué solidaridad se puede esperar para los demás si no
fueron capaces de ejercerla con ellos mismos y exigir, ni siquiera
tenue, sus derechos?, y resistieron las degradaciones y pidieron
perdón sabiendo que no cometieron pecado para merecerlo, si no lo es
escribir con el alma la realidad que los circundaba o ser
homosexuales. Y esperaron años, décadas, a que el Gran Dios de la
revolución les hiciera falta para cubrir su imagen, y les brindara
espacio cultural, televisivo y hasta puestos de funcionarios.
La
duda de esos intelectuales es la capa de miedo que los cubre. No
tuvieron voces para ellos ni para los artistas de generación que
fueron castigados, vilipendiados, profanados. El silencio siempre ha
sido su vocación. Esperar lo contrario, máxime ahora que son una
generación anciana, sería una ingenuidad. Así nacieron, así
sobrevivieron, y así morirán.
La
generación del espejo
En
ese espejo, les siguió una generación que comenzó a imitar el
estilo de sobrevivencia que les antecedía. Hicieron silencio porque
alcanzaron a ver a los castigados, les contaron las atrocidades
cometidas contra ellos. También consiguieron a recibir castigo y
silencios culturales. Vieron partir al exilio a gran parte de su
generación. Y callaron, esa fue la mejor lección aprendida. Con los
líderes no se juega porque entonces les enseñaban los famosos
“instrumentos” que tanto les hablaron. Hicieron una obra a medio
tono, para que no exaltara las molestias del Estado. Ellos comenzaron
el cinismo, intentar pasar inadvertido, escribir sin levantar ronchas
y sobrevivir.
La
generación de los novísimos.
Así nos llamaron, y
fuimos los primeros en mostrar rebeldía, irreverencia, porque
sabíamos que más importante que nosotros mismos era la obra, el
arte, y nada podía llevarnos al estatus de las generaciones que nos
antecedieron y que nos mostraban sus desdichas como trofeos. Todos
fuimos perseguidos, golpeados, castigados, gran parte detenidos,
interrogados, maltratados, asustados.
De
esa generación que encontré en aquel Seminario de Narrativa en el
Centro Alejo Carpentier a mediados de los años ochenta, si mal no
recuerdo, soy el único que se mantiene en el país con el oficio de
escritor. Todos decidieron partir y llevarse consigo las heridas y
cicatrices que la policía cultural y política les había propinado
por esa insistencia de hacer una literatura honesta.
El
hecho de dar la espalda a su país y a la familia, era una respuesta
tácita a que no soportarían los designios políticos ni las
injusticias cometidas por décadas. Partieron para salvar sus vidas y
su obra. Y ahora sus voces redimidas, en su mayoría, desde sus
espacios de total libertad, claman justicias históricas y un proceso
democrático para el país.
Otros
intelectuales de generaciones que nos siguen han comenzado a levantar
sus voces de solidaridad, arriesgando conscientes los que puede
acarrear sus actitudes y los posibles castigos que recibirán por
ello.
Pero
a veces la voluntad del corazón puede más que la fuerza del
bolsillo y del bienestar físico. Y eso lo desconocen la gran mayoría
que albergan en su pecho, como inquilino permanente, el desbastador
terror que les sembraron.
Jamás
le pediría a ningún intelectual que clame por mí. Eso es de una
naturaleza que se necesita hacerlo o sientes que mueres. Algunos se
han adaptado a estar muertos.
Pues
que en gloria estén, si sus conciencias se los permite.
Ángel Santiesteban-Prats
No puedo otra cosa que decirle:GRACIAS!, Gracias por el amor que vive y por el cuál vive y ha sido capaz y es de seguir batallando por la vida. Mueve a los que estamos tan acostumbrados a vivir en libertad, a expresarnos y movernos dentro de ella, a hermanarnos pero no en las palabras, sino, en las acciones. A transmitir con hechos que no están solos, que también otros queremos hacer junto a quién escribe y los que le siguen, parte de ese cambio de la oscuridad a la luz. Un abrazo desde Uruguay y mi más profundo respeto. Seguirte es un honor. Bettina Galo
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