Me ha llamado la atención el movimiento de Indignados que toman plazas por el mundo, al estilo del viejo oeste, sin entrar a valorar si tienen o no razones para hacerlo, porque no tengo los pormenores de la situación que los lleva a tal acción. (Cuando tales protestas ocurran en Cuba, entonces podré dar los detalles de esos actos).
Lo que me resulta curioso es cómo se puede acampar, montar una carpa y decidir “aquí me quedo”. Para los cubanos eso sería ciencia ficción. Sin ser politólogo ni sociólogo, apenas un escribano que expresa su sentir, aplaudo cualquier movimiento social que apele a la libertad de protestar y manifestar sus desacuerdos.
Aquí sabemos que las Damas de Blanco apenas asoman por cualquier parte del país, solo de pasada, en una caminata silenciosa, al instante una horda de facinerosos, mercenarios abusadores pagados por el gobierno, las golpean y arrastran en plena calle y se las llevan detenidas, a ellas, que las únicas armas que poseen son su coraje para defenderse y un gladiolo para despertar los buenos sentimientos.
En Estados Unidos los Indignados levantan carteles que aseguran que son el 99 % de la población. Entonces me surge la duda: ¿dónde se encuentra el otro porcentaje de votantes, por ínfimo que sea, que acudió a las urnas para elegir a su actual Presidente, o ese otro porcentaje que las encuestas dicen que apoyan la gestión de Barak Obama.
Luego, mis dudas continuaron aumentando. ¿Cómo se compraron todas aquellas casas de campaña con su disminuida economía?
Si pasan las veinticuatro horas pululando entre las carpas, ¿de dónde consiguen los alimentos?, ¿cómo sobreviven sin comer o beber, si se supone que son el estrato más empobrecido de la sociedad? Hasta que vi, a través de imágenes, que comenzaron a cocinar en inmensas cacerolas, entonces desapareció mi preocupación de que fueran a morir de hambruna. Pero luego surgió otra pregunta ¿quién, por meses, paga esa alimentación? ¿Cómo pueden imprimir toda la propaganda que reparten y pegan por las calles? ¿Quién contrata a los diseñadores, fotógrafos, costea el papel, la impresión, el transporte de la distribución, la pegatina para las paredes?
Por último ahora hacen un diario de cuatro páginas con artículos de opinión, editoriales, e informaciones sobre el movimiento de ocupación, donde exponen sus reclamos que luego distribuyen, gratuitamente, asegurando que servirá para llevar sus demandas de políticas favorables por todos los rincones del país. ¿De dónde sacarán esa economía para mover toda una campaña por los estados de la unión?
Por si fuera poco, de manera simultánea, en todas las ciudades con puertos de la costa oeste (ya decía que me recordaba las viejas películas de Hollywood), los indignados bloquearon en protesta por la codicia corporativa. Y tienen un plan mucho mayor, que es ocupar las terminales desde Alaska hasta San Diego, luego se ampliará hasta Vancouver en Canadá.
Cuando veo todo el poder que manejan ellos mismos me parece como si fueran una gran corporación. No puedo dejar de pensar que alguien con dinero está detrás manipulando a esos necesitados. Alguien, que no son los residentes y dueños de negocios de los lugares donde se instalan y que presionan a los Gobiernos a que cumpla con las garantías ciudadanas, saca beneficios de todo esto.
En Londres han sido tan consecuentes que, después de varios meses acampados en pleno centro de la ciudad, las autoridades han apelado a instancias jurídicas para que valoren si los responsables de esos actos tienen derecho a permanecer allí o si deberán irse. Supongo, en caso de no acatar el veredicto, que más probable es que los expulsarán a la fuerza. Entonces ahí es donde la televisión cubana propaga las imágenes incriminando a los gobiernos de imponer el orden por la fuerza. Además, el Gobierno londinense ha aceptado que líderes de otros países arenguen ante la masa, exhortándolos a permanecer en aquel lugar “por ser descendientes directos del hindú Mahatma Gandhi, el estadounidense Martin Luther King o el sudafricano Nelson Mandela.
En Cuba los “indignados” duran el tiempo que se tarda en avisarle a un patrullero para que llegue a la escena: pocos minutos. Ese es el tiempo de protesta que promedia un disidente en Cuba. Después, son procesados “jurídicamente” por “desordenes públicos”, o por estar “aliados a los enemigos de la “revolución”, “atentar contra la soberanía del suelo patrio”, y disímiles causas que no aparecen ni en código penal que ellos han inventado a su conveniencia para lograr mantenerse en el poder el mayor tiempo posible.
Lo insoportable es ver el cinismo con que el régimen critica que otros Gobiernos desalojen a sus indignados. Mi pregunta sería si están preparando sicológicamente a la población para cuando nos toque a nosotros protestar y nos desaparezcan, como por arte de magia, y nos dejen olvidados en algún calabozo de sus oscuras celdas, justificándose de que en todas partes sucede lo mismo, por lo tanto, los hermanos castro no harán menos.
Imagino el destino como un libro que alguien ya escribió, donde nosotros somos meros personajes. Cuando llegue la escena de la protesta, estaré en la primera línea del primer párrafo. No soy de los que arengan y empujan, de los que escriben a costa de la sangre de otros y obtienen beneficios por ello, pues, ante todo, me gusta escribir desde mi propio dolor.
Ángel Santiesteban-Prats.
Lo que me resulta curioso es cómo se puede acampar, montar una carpa y decidir “aquí me quedo”. Para los cubanos eso sería ciencia ficción. Sin ser politólogo ni sociólogo, apenas un escribano que expresa su sentir, aplaudo cualquier movimiento social que apele a la libertad de protestar y manifestar sus desacuerdos.
Aquí sabemos que las Damas de Blanco apenas asoman por cualquier parte del país, solo de pasada, en una caminata silenciosa, al instante una horda de facinerosos, mercenarios abusadores pagados por el gobierno, las golpean y arrastran en plena calle y se las llevan detenidas, a ellas, que las únicas armas que poseen son su coraje para defenderse y un gladiolo para despertar los buenos sentimientos.
En Estados Unidos los Indignados levantan carteles que aseguran que son el 99 % de la población. Entonces me surge la duda: ¿dónde se encuentra el otro porcentaje de votantes, por ínfimo que sea, que acudió a las urnas para elegir a su actual Presidente, o ese otro porcentaje que las encuestas dicen que apoyan la gestión de Barak Obama.
Luego, mis dudas continuaron aumentando. ¿Cómo se compraron todas aquellas casas de campaña con su disminuida economía?
Si pasan las veinticuatro horas pululando entre las carpas, ¿de dónde consiguen los alimentos?, ¿cómo sobreviven sin comer o beber, si se supone que son el estrato más empobrecido de la sociedad? Hasta que vi, a través de imágenes, que comenzaron a cocinar en inmensas cacerolas, entonces desapareció mi preocupación de que fueran a morir de hambruna. Pero luego surgió otra pregunta ¿quién, por meses, paga esa alimentación? ¿Cómo pueden imprimir toda la propaganda que reparten y pegan por las calles? ¿Quién contrata a los diseñadores, fotógrafos, costea el papel, la impresión, el transporte de la distribución, la pegatina para las paredes?
Por último ahora hacen un diario de cuatro páginas con artículos de opinión, editoriales, e informaciones sobre el movimiento de ocupación, donde exponen sus reclamos que luego distribuyen, gratuitamente, asegurando que servirá para llevar sus demandas de políticas favorables por todos los rincones del país. ¿De dónde sacarán esa economía para mover toda una campaña por los estados de la unión?
Por si fuera poco, de manera simultánea, en todas las ciudades con puertos de la costa oeste (ya decía que me recordaba las viejas películas de Hollywood), los indignados bloquearon en protesta por la codicia corporativa. Y tienen un plan mucho mayor, que es ocupar las terminales desde Alaska hasta San Diego, luego se ampliará hasta Vancouver en Canadá.
Cuando veo todo el poder que manejan ellos mismos me parece como si fueran una gran corporación. No puedo dejar de pensar que alguien con dinero está detrás manipulando a esos necesitados. Alguien, que no son los residentes y dueños de negocios de los lugares donde se instalan y que presionan a los Gobiernos a que cumpla con las garantías ciudadanas, saca beneficios de todo esto.
En Londres han sido tan consecuentes que, después de varios meses acampados en pleno centro de la ciudad, las autoridades han apelado a instancias jurídicas para que valoren si los responsables de esos actos tienen derecho a permanecer allí o si deberán irse. Supongo, en caso de no acatar el veredicto, que más probable es que los expulsarán a la fuerza. Entonces ahí es donde la televisión cubana propaga las imágenes incriminando a los gobiernos de imponer el orden por la fuerza. Además, el Gobierno londinense ha aceptado que líderes de otros países arenguen ante la masa, exhortándolos a permanecer en aquel lugar “por ser descendientes directos del hindú Mahatma Gandhi, el estadounidense Martin Luther King o el sudafricano Nelson Mandela.
En Cuba los “indignados” duran el tiempo que se tarda en avisarle a un patrullero para que llegue a la escena: pocos minutos. Ese es el tiempo de protesta que promedia un disidente en Cuba. Después, son procesados “jurídicamente” por “desordenes públicos”, o por estar “aliados a los enemigos de la “revolución”, “atentar contra la soberanía del suelo patrio”, y disímiles causas que no aparecen ni en código penal que ellos han inventado a su conveniencia para lograr mantenerse en el poder el mayor tiempo posible.
Lo insoportable es ver el cinismo con que el régimen critica que otros Gobiernos desalojen a sus indignados. Mi pregunta sería si están preparando sicológicamente a la población para cuando nos toque a nosotros protestar y nos desaparezcan, como por arte de magia, y nos dejen olvidados en algún calabozo de sus oscuras celdas, justificándose de que en todas partes sucede lo mismo, por lo tanto, los hermanos castro no harán menos.
Imagino el destino como un libro que alguien ya escribió, donde nosotros somos meros personajes. Cuando llegue la escena de la protesta, estaré en la primera línea del primer párrafo. No soy de los que arengan y empujan, de los que escriben a costa de la sangre de otros y obtienen beneficios por ello, pues, ante todo, me gusta escribir desde mi propio dolor.
Ángel Santiesteban-Prats.