FUERA DE TODO Mundo imaginario, es el extremo consciente de la realidad, vives dentro de una celda de dos metros de largo y uno de ancho, por lo general con cuatro reclusos, a veces dieciséis que tienen que convivir de pie, y a la hora de dormir, van cayendo lentamente, como desmayando, cañas que se tiran unas encima de las otras, y conforman una masa deforme que no podría adivinarse a quién le pertenecen las extremidades.
El aire no alcanza para dos, ni siquiera para uno solo, y el sonido por el jadeo de la falta de aire se
escucha como un instrumento desafinado. Pero esa asfixia que se convierte en asma crónica, no es peor que estar solo. Muchas veces, según el tratamiento, te dejan solo para que la locura llegue con más rapidez. En ese caso, por unos instantes, lo único que se puede ver, que no sea tu propio cuerpo, son algunos dedos de una mano que desaparece como si fuera producto de la imaginación, cuando abren, tres veces al día, una pequeña ventanita rectangular en la parte baja de la puerta para introducir
las bandejas. Entonces hay que conformarse con observarla esos pocos instantes en que una mano cualquiera tira una bandeja hacia el interior de tu celda y los frijoles o la sopa se esparcen por el piso, se confunden con el arroz que se recoge con la cuchara, porque en esas circunstancias, no se puede desperdiciar ni un solo grano.
A veces dan deseos de tocar la mano, sujetarla, besarla, pedir perdón, misericordia y que ésta se
conmueva y te permita salir de allí, detener la angustia; pero de nada valdría la pena, esa mano solo sabe amenazar, empujar y golpear.
El aire no alcanza para dos, ni siquiera para uno solo, y el sonido por el jadeo de la falta de aire se
escucha como un instrumento desafinado. Pero esa asfixia que se convierte en asma crónica, no es peor que estar solo. Muchas veces, según el tratamiento, te dejan solo para que la locura llegue con más rapidez. En ese caso, por unos instantes, lo único que se puede ver, que no sea tu propio cuerpo, son algunos dedos de una mano que desaparece como si fuera producto de la imaginación, cuando abren, tres veces al día, una pequeña ventanita rectangular en la parte baja de la puerta para introducir
las bandejas. Entonces hay que conformarse con observarla esos pocos instantes en que una mano cualquiera tira una bandeja hacia el interior de tu celda y los frijoles o la sopa se esparcen por el piso, se confunden con el arroz que se recoge con la cuchara, porque en esas circunstancias, no se puede desperdiciar ni un solo grano.
A veces dan deseos de tocar la mano, sujetarla, besarla, pedir perdón, misericordia y que ésta se
conmueva y te permita salir de allí, detener la angustia; pero de nada valdría la pena, esa mano solo sabe amenazar, empujar y golpear.